Crítica de cine: Private Tropical 38 "Mother and daughter banal vacation" (2008) (Sabrina Feet, Angelina Move, Daria Shower)
Sorprende la cantidad de personas que cruzan el Atlántico para pasarse una semana entera recostados sobre una tumbona de ratán, sin salir del resort del lujo que han escogido en un catálogo promocional y con el único afán de descansar y de buscar una tranquilidad digna de la piscina de Fuentecerrada, Teruel. Aquí en Europa disponemos también de unas playas alucinantes, tanto en España (véase Formentera o la Costa Brava) como en otros países como Portugal, Grecia, Croacia o en islas como Córcega y Cerdeña... ¿Quién en su sano juicio se embute en un asiento de clase turista para viajar a República Dominicana y disfrutar de unas calas similares? ¿De verdad las personas toman un vuelo de 9 horas o incluso pasajes con escala, para únicamente tomar el sol?... La respuesta es que sí. La banalidad, amigo lector, ha conquistado a la sociedad actual.
Centrándonos ya en la película, en los primeros segundos de metraje percibimos ya la complicidad de Mauro, tanto con la madre como con la hija. Juntos dan un paseo por un típico mercadillo local dominicano en el que se incumplen todas las medidas de salubridad vigentes en la legislación actual. Nos acompaña una música muy tropical de Oreste Fiengo, el compositor que envuelve en química sonora toda esta saga de romance y viajes al paraíso.
Foto con la fauna y flora local
Tras un fundido a negro, la música reduce su intensidad y pasa a un segundo plano. En cámara reaparece este singular trio, pero ahora yaciendo sobre unas hamacas azules y con un inmenso jardín de fondo. La frondosidad de la vegetación agasaja a los clientes, así como su equipo de profesionales jardineros. Las vacaciones de este triángulo no tienen mucho aliciente, y para más inri, no tardamos en enterarnos de que Doña Indolencia, la madre, tan solo habla húngaro y cuatro palabras sueltas del inglés. Así pues, Pusi tiene que hacer las veces de traductora continuamente, por lo que el silencio es la tónica habitual. En definitiva, la buena relación de los tres se vertebra en una afición mutua por el descanso permanente. Pusilánime, a quien todos llaman Pusi, se ausenta para darse una pequeña ducha y propone hacer algo cultural: ir de compras.
Como siempre me gusta dar con la localización, se trata de la finca 30 de la calle Rancho Arriba en La Romana, República Dominicana. No ha sido sencillo encontrarla y solo dispongo de Google Maps y una serie de indicios. En en apartado arquitectónico, es una enorme casa en color beige y de planta achatada con amplios aleros que recuerda, vagamente, al organicismo de la etapa clásica de Frank Lloyd Wright (véase la Casa Robie, por ejemplo).
La urbanización Rancho Arriba del municipio La Romana se compone de un conjunto de villas de lujo. La finca 30 ha sido escogida por la familia por su enorme extensión de césped y la pileta con jacuzzi, para tener espacio suficiente para el descanso.
Dejando de lado la localización y volviendo a las relaciones personales que el filme nos relata, Indolencia nació un 17 de marzo de 1970, y tuvo a su hija Pusilánime un 11 de enero de 1986. Dicho de otro modo, Indolencia se quedó encinta con tan solo 15 años de edad... Su familia húngara, muy católica, se negó tajantemente a una interrupción voluntaria de la gestación, y gracias a ello vino al mundo Pusilánime (Sabrina Feet), llamada cariñosamente Pusi por todos sus amigos y conocidos. A día de hoy, madre y primogénita siguen viviendo juntas, por lo que la mamá no ha sufrido el Síndrome del nido vacío.
Tanto Indolencia como la hija andan muy necesitadas, y la falta de entretenimientos y lo repetitivo de todo el pack vacacional acentúan todavía más sus instintos. La madre, divorciada, hace años que se quedó para vestir Santos. Sin embargo, lo curioso es que Mauro tampoco cumple con Pusi y eso enerva a la joven sobremanera. El motivo no es otro que la remolonería patológica que padece Mauro, que es tan vago que si se le cae un billete de 100 euros al suelo no se agacha a recogerlo por no forzar la espalda. Las artes amatorias exigen preliminares, y una inversión de tiempo y calorías. El apuesto italiano no está dispuesto a sacrificarse y prefiere inebriarse en un bar tropical hasta alcanzar un estado letárgico.
El aburrimiento es pues, la pauta de estas vacaciones y, mientras que el alcohol es la válvula de escape de Mauro, las compras son el estímulo para el bando femenino. De paseo por la orilla, Pusi propone comprarle un lienzo folklórico a su madre en las tiendas de Playa Dominicus, ya que es un souvenir que no coge mucho polvo y, acto seguido, le advierte a Mauro que, si él no está dispuesto a darle placer, tendrá que conseguirle lo antes posible a un sustituto, porque no quiere regresar a Europa subiéndose por las paredes.
Paseos banales, para hacer tiempo
Mauro, impelido por su novia y sin tiempo para analizar a fondo la situación, queda esa misma tarde con Tom en la villa de Rancho Arriba y le explica que necesita dos favores: un favor para él (en sentido literal) y un favor para su novia (en sentido figurado). Veladamente, Mauro le confiesa a Tom que es tan gandul y desidioso que ni el misionero está dispuesto a hacer con su novia. Tom acepta el encargo sin ambages. Mauro sonríe sabedor de que así dispondrá de más tiempo para no hacer nada.
A la hora del concubio (una de las partes de la noche según la concepción de Alfonso Fernández de Palencia), mientras tenía lugar una conversación de almohada, Mauro le susurra a Pusi que ya ha convencido a su amigo para que le reemplace en los deberes maritales. Aprovechando que Mauro ha hablado (por la boca muere el pez), ella le suplica que vaya a cogerle un vaso de agua a la cocina.
Al lado del frigorífico se topa con Doña Indolencia, que ha estado poniendo oído desde la alcoba contigua y también quiere una aventura varonil. Es madre y casi cuarentona, pero también tiene sus necesidades... aunque su hija no debe enterarse, claro. Incluso me atrevo a asegurar que Indolencia, sonrisa cómplice mediante, se ofrece sutilmente a Mauro... que reacciona con desdén. Vestida con el sexy picardías que usa como pijama, aparece en la cocina cual odalisca de Matisse, poniendo en serio peligro la estabilidad de esta joven pareja, por mor de sus deseos lujuriosos.
Mauro, ajeno a las insinuaciones, suspira con profusión... Más encargos y más tareas... ¿Se creen estas dos pánfilas que regenta una agencia matrimonial o qué?
Abandonamos ahora el hilo principal, lo cual es un estilema inequívoco, frecuente y consabido de los sainetes, y en la escena siguiente conocemos a uno de los zánganos que muy pronto alternará con Doña Indolencia. El muchacho en cuestión se besuquea con su respectiva novia en la playa y le confiesa abiertamente que su colega Tom le ha propuesto un curro de gigoló para el fin de semana.... Naturalidad y sinceridad ante todo: hay que llevar dinero al hogar.
Acto seguido, aparecen hasta cuatro marcas en un festival de product placement nunca antes visto en la saga tropical: Moncler (la marca italiana más pija del mundo del esquí), Johnnie Walker con sus botellas de Red label y Black label nada menos, unas gafas de sol de la firma Dolce & Gabbana y la cerveza dominicana Presidente.
Durante la conversación en la barra de un pintoresco chiringuito, Pusi recibe por fin la "buena nueva": mañana es el día señalado que tanto venía reclamando. Mientras su madre se acicale en el Beauty Saloon, ella tendrá tiempo suficiente para desquitarse en el jardín de la villa. Después, Pusi pasará por la esteticien a recoger a su mamá y se irán juntas de shopping. Estas dos mujeres están todo el día comprando fruslerías; al parecer, es el único atractivo de la isla.
Por su parte, Mauro anuncia que se meterá al gimnasio, a tostarse en la sauna (no vaya a ser que se hernie). Es, sin discusión, la mejor forma de sudar sin mover un dedo.
Con un guion algo falto de ritmo, considero oportuno aprovechar este momento de pausa para remarcar la ingente colección de "playeras" primavera-verano que Mauro pasea por delante de la cámara. ¡6 prendas en un metraje argumental de tan solo 6 minutos!, y es que, en el resto de escenas va sin camiseta el muy desvergonzado.
A mediodia, en la zona de los Melones, mientras la pareja protagonista degusta un aperitivo en una terraza en primera línea, Pusi le pide disculpas a Mauro por demorarse con las compras. Le alega que su madre va con la calma de tienda en tienda. Se constata que la pereza viene de familia, e incluso parece contagiarse a los parientes políticos.
A Mauro no le importó en absoluto su tardanza porque estuvo ocho horas en el baño turco. Un poco más y se muere deshidratado. A eso se viaja al Caribe... a perder el tiempo en un centro deportivo. Nada de acercarse a los Altos de Chavón, a visitar la catedral de estilo brutalista de Higuey o a cultivarse en algún museo etnográfico. Las vacaciones son para descansar como Dios manda.
Esa misma tarde, víspera del día de regreso, Pusi y Mauro conversan al lado de un acantilado, muy cerca del restaurante (no son de caminar mucho). Pusi le comenta que su madre quiere volver a pasar otra semana en este enclave a finales del verano. Tom y su amigo cumplieron, evidentemente. Su hija no termina de entender el motivo porque le faltan datos, pero se decanta por la posibilidad de que su madre esté experimentando una kalopsia, producto de la inminencia de la menopausia. Ahora, Mauro y Pusi se enfrentan a una tarea insoslayable: regresar al hotel y hacer el equipaje ¡Menudo incordio!
Es la última noche. Pusi sigue dándole vueltas a la propuesta de su madre y escucha la opinión de Mauro en su habitual conversación de cabecera. Le hace la misma jugada que días atrás. En cuanto Mauro le responde, Pusi le menciona que se ha olvidado el teléfono móvil en algún lugar de la villa, quizás en la cocina, y le ruega que vaya a buscárselo. Estas maniobras astutas molestan mucho al mardano y, por espscio de un segundo, se sume una lucha interna entre su yo vago y su yo gruñón… Finalmente prefiere evitar la bronca y quedar como un calzonazos a ojos del televidente, ya que cuando uno se cabrea se gasta demasiada energía. Agalbanado hasta la médula…
El giro final es que Mauro, que no mueve un dedo sino es por interés, y aprovechando que se ha levantado del catre, opta por aliviar tensiones en soledad. Su chica no entiende su tardanza porque hubiera apostado que su teléfono móvil estaba sobre encimera de granito...
El director Max Bellocchio pone fin al filme y nos deja sin saber si Pusi le pilla en el momento culmen... Suponemos que no se mueve de la cama por pura holgazanería. Todos coincidiremos en que, incluso dentro de la pareja, hay cosas que es mejor no saber y, por una vez, el Señor Todopoderoso ha decidido ser misericordioso con este par de perezosos.
Por terminar partiendo una lanza por este tándem, hay mucho viajero snob cuyo ego descansa sobre los panteones personales basados en el ocio cultural y en deportes de aventura, ambos reverenciados y aceptados socialmente, pero con un un alto componente de "vendeburrismo".
Nadie debe pontificar acerca de cómo deben ser las vacaciones del prójimo. Los neofóbicos valoran de forma positiva el mero hecho de poder ir cada verano a su apartamento de Peñíscola, del mismo modo que sus antagonistas solo gozan visitando los cinco continentes. En concepto de petitum, pido tolerancia y respeto con los que apuestan por unas vacaciones banales.
FIN
VALORACIÓN: 1/10
Ficha:
Un 10 como siempre, aunque no acompaña la peli, el (b)análisis sí que está a la altura.
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